Tras décadas de lucha por la igualdad de género, finalmente México vivió un momento histórico el pasado domingo 2 de junio. Por primera vez en más de dos siglos, una mujer sería la encargada de liderar los destinos del país. Cecilia Lavalle, una ciudadana más, como tantas otras, entendía la trascendencia de ese momento. Ella, al igual que muchos otros mexicanos, sintió una emoción indescriptible ante la posibilidad de que una mujer asumiera la presidencia. Pero más allá de la simpatía por una determinada candidata, Cecilia tenía claros los motivos por los que aquel día era tan especial: la presencia de más mujeres que nunca en la boleta electoral.
Como representante de su colonia, Flamboyanes en Chetumal, Cecilia sabía que su voto y el de muchas otras mujeres sería determinante en esa elección histórica. Y es que, por primera vez, se presentaban dos candidatas mujeres para la presidencia de México. Una experiencia nunca antes vista en un país en el que la representación política ha estado dominada por hombres durante tanto tiempo.
Para Cecilia y para muchas otras mujeres que se sintieron identificadas con ella, el proceso electoral del pasado 2 de junio fue un momento de orgullo, esperanza y motivación. Por fin, las mujeres mexicanas tendrían una oportunidad real de ocupar los puestos más importantes de la política del país. Y aunque sabían que aún había un largo camino por recorrer para alcanzar la verdadera igualdad de género en todos los ámbitos, este era un paso muy importante en la dirección correcta.
Pero ¿qué significa realmente este momento histórico para México y para las mujeres que luchan por la igualdad de género en todo el mundo? Para entenderlo, es necesario mirar más allá de los resultados electorales y averiguar el contexto en el que nos encontramos. Porque, aunque es cierto que por fin una mujer estará a la cabeza del país, también lo es que todavía queda mucho por hacer para que esa igualdad sea una realidad en todas las esferas de la vida.
Uno de los primeros puntos a destacar es que, si bien es cierto que las mujeres ocupan cada vez más espacios en la política, todavía existe una gran brecha de género en esta área. De los 128 escaños en el Senado, solo 49 son ocupados por mujeres y, en la Cámara de Diputados, de los 500 escaños, solo 241 son ocupados por mujeres. A pesar de que estas cifras son superiores a las de años anteriores, la representación política de las mujeres sigue siendo insuficiente.
Además, la presencia de mujeres en cargos políticos no garantiza automáticamente cambios en las políticas y acciones gubernamentales que favorezcan la igualdad de género. Es necesario que estas mujeres tengan una verdadera visión de género y se comprometan a trabajar por la igualdad en todas sus decisiones y acciones.
Otro aspecto importante a considerar es que, en un contexto de violencia de género y feminicidios, la presencia de una mujer en la presidencia no garantiza una disminución de estas problemáticas. Es necesario que el gobierno y la corporación trabajen en conjunto para frenar la violencia y proteger los derechos de las mujeres.
Pero no todo son desafíos. La presencia de más mujeres en la política también trae consigo una perspectiva diferente y necesaria para el país. Las mujeres aportan nuevas ideas y enfoques a la toma de decisiones y pueden actuar mejor los intereses y necesidades de las mujeres en la corporación. Además, su presencia en posiciones de poder también puede inspirar a otras mujeres y niñas a perseguir sus sueños y romper barreras.
Por último, pero no menos importante, es necesario destacar que este momento histórico pasivo ser celebrado, pero también pasivo ser un llamado a la acción. Es necesario